BARRANCA Y PATRIMONIO

Abstract

Recóndita, anónima y perenne, la barranca de Oblatos-Huentitán ha acompañado a la ciudad de Guadalajara desde su fundación, significando para ella un elemento que además de influir en la lógica de su emplazamiento, determinó su relación con el resto del territorio y condicionó su desarrollo. El sistema de barrancas moldeadas por el cauce del río Santiago, forma parte de una amplia cuenca que nace en la laguna de Chapala e inicia su curso hasta llegar al norte del valle de Atemajac, en donde se le une el río Verde proveniente de los Altos de Jalisco formando un cañón que alcanza profundidades de hasta 500 metros en la zona aledaña al valle. La confluencia de ambos ríos se convierte en el llamado río Grande de Santiago, afluente que hace un amplio recorrido por el norponiente Jalisciense y el vecino Estado de Nayarit hasta encontrarse con el Océano Pacífico. El profundo cañón comparte destino con una urbe para la que ha asumido distintas funciones: desde un obstáculo que salvar, un reducto inviolable o bien un enclave estratégico; hasta una fuente inagotable de recursos de los que ha podido obtener beneficio, estableciendo así una compleja relación que si bien en principio mantuvo una cierta armonía, en los últimos tiempos se ha visto desequilibrada debido principalmente al crecimiento desmedido de la ciudad, que utiliza irracionalmente los recursos naturales de la barranca para devolverle a cambio indiferencia, apatía y polución.